Los caprichos del cuerpo y la mente
Esto es lo más íntimo y personal que he escrito. Disfruta del relato. Espero que no te sientas identificada.
Las tripas te rugen con empeño y te retuercen desde dentro. Tu cuerpo se esfuerza por contenerse. Sabes que es inútil, que no podrás aguantar mucho y que la evidencia está a punto de asomar. No ves el momento de sentarte en tu trono. Pero tu casa está a kilómetros de distancia y la urgencia te obliga a buscar otra poltrona y hacer algo que no quieres:
Cagar fuera de casa.
Llegas al área pública más cercana y corres hacia el primer compartimento libre, rezando en silencio a cualquier entidad superior, creas o no en ella, que por favor no entre nadie o, si hay gente, nadie te escuche. Porque si algo sabemos es que nadie más en el mundo hace semejante cosa tan soez como cagar; solo tú. Y obvio, te da vergüencita. A mí también me la daría si cagase.
La taza resplandece y todo apunta a que el lugar está vacío. Sonríes para tus adentros al creer que hoy los hados están de tu parte. Decides confiar en ellos, en las buenas gentes que han limpiado ese lugar y en las que lo han usado antes que tú a lo largo del día.
Te sientas con un sonoro suspiro de alivio, hoy te lo puedes permitir. El aguijón ya asoma y...
Las compuertas se cierran.
Sin previo aviso. Si un motivo razonable. Simplemente ocurre.
Ya no hay retortijones salvajes, ni la presión palpitante y ardiente en el ano de esa flatulencia que, sospechas, podría ser algo más. Todo desaparece, como si nunca hubiera estado ahí.
Decides esperar un poco. Tampoco mucho, porque escuchas pasos al otro lado de la puerta y sabes que tarde o temprano otras personas necesitarán reposar sus posaderas en el lugar que ahora ocupas. No para cagar, claro.
Miras ese meme tan gracioso que tu amiga te pasó esa misma mañana. Pasan tres, cuatro, cinco minutos. Resulta evidente que tu cuerpo ha debido expulsar lo que le sobraba de alguna forma mística e inexplicable para la ciencia ―tal y como hace el resto de la humanidad―. Te limpias aunque no hayas hecho nada, porque eres una persona de costumbres, y te pones en pie.
En cuanto te abrochas los pantalones tu interior vuelve a descomponerse con un gruñido.
Revisas la hora en el reloj de tu muñeca. En diez minutos debes entrar al trabajo. Piensas con una audacia impropia de ti que tal vez podrías emplear el tiempo que tu intestino necesita en el baño de la empresa y que te paguen por aliviar tus necesidades. Pero también sabes que una vez entres nadie puede asegurar cuándo saldrás, y eso no le va a gustar a tus jefas.
Yo como tampoco cago, no me he puesto en situación 🙄
😱👏👏👏 pues tengo historias no parecidas pero si con el mismo entorno... Y son anécdotas para recordar... 😅😂