La frustración de no encontrar el momento
Fiestas, compromisos sociales, catescas de familia y mucha frustración.
No odio la Navidad.
De verdad que no la odio.
¿Cómo podría odiar unas fechas en las que me dan días libres en el trabajo porque un grupo demasiado grande de gente cree que un niño mágico que es su propio padre nació en un pesebre del Oriente Medio y me hacen regalos para celebrarlo?
Es tal disparate que lo raro, siendo yo, sería desdeñarlo.
Sin embargo hay una parte de la Navidad que detesto con fervor: las reuniones sociales.
Sí, lo has adivinado, he venido a quejarme. No es por echarme flores, pero considero que es algo que se me da muy bien.
Verás: ser un persona creativa es frustrante. Pero ser una persona creativa, adulta y autista en estas fechas es mucho peor. Porque se espera que guardes unas formas. Se espera que estés dónde dan por hecho que tienes que estar cuando se supone que tienes que estarlo. Y en realidad, lo único que tú quieres es disfrutar de tus días libres (puntuales y más salteados que unos champiñones al ajillo) para refugiarte en tu arte, en tus proyectos, dedicarles unas cuantas horas más de lo habitual para adelantar trabajo y tomarte el resto del día (o de la noche) para descansar como te mereces y que tu cabeza pueda decir: “Lo has hecho muy bien. Juega este ratito a la consola, disfrútalo”; y coger el mando de la Play con una sonrisa de satisfacción y una ligera jaqueca, que no es del todo molesta, porque la cargas con el orgullo de quien ha avanzado en sus propósitos.
Sin embargo, esto nunca sucede en estas fechas. En su lugar debo (debes, debemos) pasearme de casa en casa como si fuese el jodido Papá Noel, con la desgracia añadida de que no tengo una fábrica de juguetes llena de elfos, ni poderes mágicos que me permitan hacer estas visitas en una sola noche o en tiempo récord para dejar los regalos y marcharme. No. Tengo que hacer acto de presencia, pasar horas en la mesa y… Socializar *se estremece*.
Me obligan, mediante chantaje emocional, a gastar mis días libres, aquellos que puedo dedicar de lleno a mis proyectos (o a descansar un rato), en compromisos sociales.
Mira, pocas cosas me tocan tanto las narices en esta vida. En especial porque todo este circo de la Navidad, Año Nuevo y Reyes es algo que no he decidido yo, pero que tengo que comerme de todos modos.
Esto me genera una frustración que me cuesta mucho gestionar y que me arrastra a pasarme toda la reunión (o reuniones) pensando en lo mucho que podría estar aprovechando el tiempo en vez de tener que escuchar conversaciones que no me interesan, sentada en una mesa durante a saber cuántas horas.
Me toca la pepita.
Y no de la forma en la que me gusta.
Lo de sentirte extremadamente estafada por la vida cuando no puedes dedicar ni un momento de tu tiempo a tus intereses es algo muy característico del autismo y yo no lo sabía. Siempre lo había achacado a que soy una drama queen, como podrían decir algunas personas de mi círculo, o que soy demasiado egoísta, ególatra o antisocial (opciones que tampoco descarto del todo). Claro que ni yo ni nadie sabíamos que era autista hasta hace unos cuantos meses, pero esa es otra historia.
El caso es que hoy, el día en el que escribo esto (1 de enero), he saltado de comida familiar a merienda familiar y ya empezaba (empiezo) a perder los papeles. Por eso empecé a escribir esto en las notas del móvil, en el coche, de camino a casa, y por eso ahora me he recluido en la cama con el portátil. Porque necesito desahogarme. Necesito estar sola y tranquila y vaciar la cabeza de toda la mierda que se ha acumulado en ella a lo largo del día. Ahora mismo podría arrancarle la cabeza a alguien de un bocado o echarme a llorar. O ambas.
(Spoiler: solo hice lo segundo. Parece que por el momento me libro de la cárcel).
Sin tiempo para escribir, sin tiempo para dibujar, porque todo en la vida parece ser más urgente que lo que tú quieres, que lo que te importa. Y ojalá esto sucediese solo en estas fechas, pero es el pan de cada día. Ves todos tus proyectos, todo cuanto te apasiona, acumulándose en un rincón porque no puedes dedicarle tiempo. Tu tiempo.
Me mata.
Es como si me clavasen una estaca de hielo en el corazón y me pateasen el estómago. Es como si unas garras me arañasen el cráneo desde dentro clamando una libertad que no puedo darles.

Y la peor parte no es esa. La peor parte es darte cuenta de que cuando intentas explicarlo no puedes o no te entienden. Es más, te hacen sentir como si no tuvieses derecho a sentirte así porque “nunca te exigimos nada” (como si la vida misma no te exigiese a diario).
Bueno, DISCULPADME, eh, no es que a mí me encante ser así y sentirme como una putísima mierda cuando no aprovecho mi tiempo libre en mí y en mis asuntos. Disculpadme si estoy cansada y hasta los ovarios de todo y lo único que quiero es estar sola en mi casa. Y disculpadme por decirlo en voz alta o exteriorizarlo de otro modo, porque si digo las cosas mal, pero si me las guardo y exploto mal también.
Sé que jode que lo diga, porque sé que no soy la única que quiere ese tiempo para sí. Lo que no sé ni entiendo es por qué nadie más dice nada o se excusa en que lo hacen porque hay que hacerlo.
¿Es que a caso nos vamos a morir si no nos reunimos en Año Nuevo? ¿Por qué tenemos que hacerlo, Paco? ¿Por qué es más importante reunirnos hoy que en tu puto cumpleaños, por ejemplo? De verdad, ¿a qué viene tanta tontería?
Y esto es parte de lo que pasa por mi cabeza cuando se supone debería estar feliz y comiendo gambas (si me gustasen).
Ahora me voy a llorar un poquito, porque he conseguido desahogarme, pero no trabajar en mis pasiones (ergo, siento que ha sido un día perdido). Empiezo a tener sueño y mañana toca gastar otro día de mi vida en dejarse la salud trabajando para alguien más a cambio de un sueldo miserable.
Porque la clave de toda esta parrafada es esta: el momento para ti, para una misma, no llega nunca. Porque todo es más importante y urgente que tú.
(Y por supuesto, en una sociedad capitalista, no tienes derecho a existir sino aportas al sistema, porque eres prescindible y remplazable).
Bueno, son fechas muy exigentes, yo normalmente trabajo más y tengo peor horario, pero este año me he librado!
Y estar de vacaciones ayuda a vivir las cosas con otra ilusión!