Hola urraquita~
Te estarás preguntando qué carajos es eso del reto que menciono en el subtítulo, aunque en realidad sé que no, que nadie se lo está preguntando.
De todos modos te pondré en contexto:
Ayer (o al menos lo leí ayer)
nos retó a mí y a unas cuantas compañeras a escribir sobre una fantasía BDSM. Cuando era pequeña había una película que me veía en bucle en la que el sabio maestro ninja decía No debes luchar si no estás seguro de poder ganar; así que acepté, aunque confieso que no estoy segura de haber ganado.Sin embargo el reto no era solo escribir una fantasía BDSM, sino escribirla con una serie de palabras prohibidas:
Placer
Deseo
Excitación
Cuerpo
Puedes usar el buscador, te garantizo que no las encontrarás. Ahora bien, que este fragmento cumpla las expectativas de nuestra dama enmascarada es otra historia 😜
(P.D: perdón por los posibles errores que pueda haber en el texto, confieso que no lo he revisado mucho).

🪢 EL ENCUENTRO 🪢
Es la primera vez que hago esto.
Quizás deberíamos haber quedado en mi casa, pero ¿qué podríamos hacer ahí? Seguro que ella tiene todo un arsenal en su cuarto y no soy tan desconsiderada como para obligarla a cruzar la ciudad con una bolsa en la espalda.
Thalia y yo nos hicimos amigas por Internet, llevamos unos seis meses hablando y nos hemos visto en varias ocasiones; a veces fruto de la casualidad por coincidir en algún evento, otras —la mayoría— han sido citas consensuadas. Sin embargo, no hemos llegado a darnos ni un triste beso.
No ha sido por falta de ganas, simplemente ninguna de las dos se ha atrevido a dar el paso. A pesar de que podía sentir la química entre nosotras como electricidad sobre mi piel, el desenlace de nuestras citas empezaba a hacerme dudar de si le gustaba o todo eran imaginaciones mías. Hasta que un paseo casual por una tienda de cómics delató una parte de mí y dio pie a una conversación incómoda sobre fetiches y límites en la última mesa de una cafetería que poco a poco me hizo entender que no me estaba imaginando nada.
Supongo que debo darle las gracias a Sunstone por delatar mis secretos más inconfesables.
O quizás no. Quizás sea más prudente esperar antes de agradecer, porque no sé qué pasará esta noche y aunque no debería, estoy un poco asustada. Me da miedo hacer el ridículo, que no sea tan guay como lo imaginé, que no me guste y cortarle el rollo, pero sobre todo me aterra que me rechace, porque hay un detalle sobre mí que no le he contado y que puede ser algo mayúsculo según a quién le preguntes.
No sé cómo decírselo. ¿Cómo se supone que debo sacar el tema en medio de una cita que, no solo promete nuestro primer beso, sino también abrir las puertas a mis fantasías más oscuras?
El corazón se me acelera solo con pensarlo, pero no sé si por miedo o anticipación.
—Que esto salga bien. Por favor, por favor, por favor… —murmuro una y otra vez mientras el ascensor me eleva a lo que promete ser el cielo.
Thalia me espera en la puerta de su piso. Verla hace que me olvide de respirar por un par de segundos y que mis preocupaciones se tiren de algún puente metafórico con una cuerda de seguridad. Porque sé que volverán. Siempre lo hacen.
La reina de mis pensamientos y dueña de todas mis fantasías está dispuesta a hacerme sufrir desde el minuto cero, porque ese vestido que se ha puesto, negro, largo y con una raja que le llega hasta lo alto de sus voluptuosos muslos, marca sus curvas de un modo que ni un piloto profesional de ambulancia podría sortear. Estoy a nada de dar la vuelta y marcharme antes de echarme a llorar por haberme puesto unos simples vaqueros holgados y una camiseta ajustada que deja en evidencia la ridiculez de mis pechos inexistentes; aunque muy en el fondo lo único que quiero es prostergarme y besarle los pies.
Me acerco a ella con las manos en la cazadora para disimular el tembleque que arrastran desde el metro y ella me muestra una sonrisa capaz de iluminar un agujero negro.
—Llegas temprano —dice alzando la mirada para verme a los ojos—, supongo que no te has perdido.
—Tal y como lo describiste creí que vivirías en el centro de un laberinto, pero son apenas un par de callejuelas.
Ella se ríe y me invita a pasar. La casa huele a ylang-ylang y veo el humo del incienso ondeando en la mesita del recibidor. A simple vista parece una casa muy normal, un tanto minimalista, aunque con inclinación a convertirse en un pequeño jardín urbano. No hay un solo rincón en el que no destaque el color verde sobre el blanco y la madera clara.
No tengo idea de qué vamos a hacer. Me ha dicho que prepararía algo suave para mí, algo con lo que no me sienta demasiado expuesta y vulnerable. Solo hay una condición y es que comunique abierta y sinceramente cómo me siento, algo que sé que me va a costar, pero lo haré porque quiero que esto salga bien. No pido la perfección, solo que quiera volver a verme, aunque sea como amiga, nada más.
Su piso no es muy grande. Un saloncito con una mesita redonda con un mantel verde oscuro, un par de platos con canapés y una pareja de copas de vidrio rojo tintado. Las velas a juego con el cristal se encienden en cuanto Thalia posa la cerilla sobre la mecha.
Por supuesto, tenía que usar cerillas, no podía ser un simple mechero como el resto de mortales, ella tiene que hacerlo todo de forma ceremoniosa.
—Dame un momento, estaba terminando de ordenar la cocina.
—Te ayudo. —Doy un par de pasos para adentrarme en ese pequeño espacio separado por una cortinilla de cuencas, pero Thalia me pone una mano en el pecho y mi corazón está a punto de extender las arterias para enredarse en sus dedos.
—Tú vas a quedarte en el salón y a servir el vino que hay en la mesa.
—Pero…
Me empuja con suavidad hasta hacerme retroceder. Primero un paso, después otro, ignorando el inicio de mi réplica hasta que mi trasero choca con la mesita. Me acaricia la barbilla y con un gesto casual estudiado al milímetro y baja para roza el lateral de mi cuello.
Estoy segura de que ha podido sentir como se me acelera el pulso.
—Sé una buena chica —ronronea—. ¿Lo harás por mí, Pauline?
Soy y hago lo que quieras, Thalia. ¿Quieres vino? Tendrás vino. ¿Quieres que cometa fraudes fiscales? Si me lo pides con ese tono lo haré. No garantizo que vaya a salir bien, pero sin duda lo haré. Lo sé porque antes de darme cuenta las copas están llenas. Thalia sale de la cocina, apartando la cortina como la diva que es, y desfila ignorando con total deliberación mi mirada hasta colocarse al otro lado de la mesa y llevarse un aperitivo a la boca.
Cada uno de sus gestos desprende elegancia y la fuerza de un maremoto. Creo que me voy a morir y ni siquiera sé por qué. Quiero decir: desde un punto de vista objetivo solo estamos comiendo unos canapés con panecillos y paté del supermercado de la esquina. Sin embargo, mi mente no deja de saltar de pensamientos catastróficos a escenarios de ensueño que me estremecen desde el núcleo de mi ser. Thalia está en todos ellos, con su impecable melena azabache y sus ojos claros y afilados como cuchillos; un contraste de diez si tenemos en cuenta que es un noventa por ciento redondez y su mirada la única astilla. El diez por ciento que falta. O quizás el cinco, porque algo me dice que esta noche conoceré otra faceta más de ella.
Por el momento, lo único que puedo decir es que la veo tan calmada que me ofende.
¿He de suponer que tiene mucha experiencia en esto? No es como si yo fuese virgen, en fin, estoy en la última mitad de mis veinte y, si bien fui un poco tardía porque El Universo decidió que pasarme la vida en modo fácil no era una opción para mí, es verdad que nunca he hecho nada de lo que estoy a punto de hacer con ella.
Porque vamos a hacer algo… ¿no?
Tampoco es como que me lo haya prometido. ¿Habrá cambiado de idea?
—¿En qué piensas?
—Eh… —Con toda honestidad confieso que son las palabras más elocuentes a las que he tenido acceso en mi cerebro. Ahora mismo funciona tan mal que hasta me he olvidado del canapé que espera a la altura de mi boca.
—Tranquila, no te voy a atizar con una vara el primer día.
—Gracias, supongo.
—Pauline, puedes preguntarme lo que quieras, es la gracia de esto. De hecho, debes hacerlo.
—¿Es una orden?
Ella sonríe y se lleva la copa a los labios, bebiendo con premeditada lentitud. Una parsimonia que ha medido cada segundo y espacio. Sus ojos se posan sobre los míos después de dejar la copa sobre el mantel.
—Sí.
Otro cortocircuito neuronal que me sacude de pies a cabeza y se da la mano con el vértigo.
Mi silencio no es estudiado, es torpe y patético, aderezado con tartamudeos en la recta final.
—Me preguntaba qué íbamos a hacer hoy.
Cuando consigo mirarla después de hacer mi pregunta, la descubro chupándose el dedo índice. Lo desliza con suavidad entre sus labios, dejando un pequeño rastro de carmín. Sus ojos sonríen, cargados de promesas, y mi bajo vientre palpita para anunciar que su letargo ha llegado a su fin y está listo para lo que sea.
Él siempre tan sensible.
—Viendo lo nerviosa que estás comenzaré con un masaje.
Que graciosa. Como si la idea de sus manos recorriendo mis ángulos y rectas pudiese relajarme.
—Ah… Que bien.
—Y después, hay una cuerda encerada del mismo color de tu pelo esperando por ti. Si te parece bien.
—Sí —dijo en un tono más agudo del que me gustaría. Ella camina hacia mí meciendo las caderas igual que la luna mece las olas. Aún con tacones soy bastante más alta que ella, pero a veces me siento como un ratoncito a su lado. Una sensación que todavía no tengo claro si disfruto o no.
Es raro de cojones.
Acaricia mi clavícula para colar sus dedos bajo la cadena de mi gargantilla y tirar suavemente de ella. El falso cuero se ciñe más a mi cuello hasta arrancarme un gemido de sorpresa. No me resisto; me dejo guiar hasta que nuestras narices se rozan. Nuestras respiraciones se entremezclan y creo que estamos a punto de provocar un tornado.
Thalia inclina poco a poco su cabeza, pero se retira en cuanto la chispa de sus labios azota los míos. Sujeta mi cabello teñido de azul con una firmeza que creía imposible en ella y se alza sobre sus puntas mientras me obliga a bajar la cabeza para alcanzar mi oído.
Su susurro me arranca un escalofrío.
Algo sobre esperarla en su cama, no estoy segura. Mi corazón está a punto de estallar, en mi estómago se ha desatado una tormenta, me tiembla cada articulación y un fuego que desconocía me quema la entrañas amenazando con consumirme hasta que solo quede un puñado de cenizas.
Es aterrador.
Y delicioso.
Mi consciencia se ha ido lejos, muy lejos. Tanto que regresa con la fuerza de un meteorito en cuando Thalía retrocede y deja libre mi cabellera.
—Tengo algo que decirte.
Su mirada gélida se suaviza de golpe. Ahí está la chica dulce y empática que conozco.
—¿Qué pasa? ¿Te he hecho daño? ¿No te ha gustado? ¿No recuerdas la palabra de seguridad?
Sacudo la cabeza. ¡Cómo para olvidarla! ¡En feliz momento decidí que mi palabra de seguridad sería salmón!
—No tiene nada que ver con esto. Bueno… Un poco sí. —Thalia me toma de las manos, un gesto silencioso que pacta nuestra confianza, que me recuerda que es mi amiga y me ayuda a arrancar las palabras que se me aferran a la garganta—. Soy… trans —confieso con un hijo de voz y la mirada perdida en el suelo—. Tengo…
—Lo sé.
Mi rostro delata mi sorpresa en cuanto lo alzo.
—¿Perdón?
—O sea, lo sospechaba. Lo siento, yo…
—No. Tranquila.
—No debía haberlo dado por hecho.
—Ya, bueno… Yo tampoco debí haber dado por hecho que no tenías un lado oscuro y dominante. Todas cometemos errores.
—¿No te molesta?
—Para nada. ¿A ti? —Ella se cruza de brazos, casi parece ofendida.
—¿Crees que te habría invitado de ser así?
Esta chica tiene un don para hacerme quedar en evidencia. Supongo que se debe a que altera la química de mi cerebro más que las hormonas. Su confesión, lejos de alimentar mi disforia y empujarme a dudar sobre mi propia imagen, relaja mis hombros al quitar el peso que cargaba sobre ellos.
—Ahora haz lo que te he ordenado: siéntate en mi cama y espérame como una buena chica.
—Sí.
—¿Sí qué?
—Eh… Sí… ¿mi señora?
Contiene una media sonrisa. Es un gesto sutil, pero logro percibirlo, igual que una estrella fugaz vista de reojo.
—Aunque debo advertirle, mi señora, de que ya he comenzado a sudar un poco.
—Tranquila, cuando termine contigo necesitarás una ducha completa.
Ahora sí, está todo dicho; todas la verdades expuestas y los límites marcados. Hoy nos desnudaremos hasta que se toquen nuestras almas. Hoy Thalia me conocerá como nadie nunca jamás lo ha hecho antes.
🪢 ¿Fin?🪢
¿Cómo? ¿Que no te he dado lo que esperabas? ¿Que dónde están la fantasía y el BDSM? ¿Que cómo se me ocurre parar aquí? 🤔
Pues porque una de las partes más divertidas de escribir es hacer sufrir a las lectoras y, si lo piensas, eso también es muy BDSM así que, si ruegas adecuadamente, tal vez, y solo tal vez, haya parte dos.
¿Qué me dices? ¿Aceptas?
Me en-can-ta... mostrando nuevamente tu ingeniosa capacidad de hacer sentir cada parte, la respiración, el temblor, la decisión, las dudas, el deseo...
Brutal!
Guau, me ha gustado mucho. ☺️☺️☺️